Llevo varias semanas sin mover la novela. Se ha quedado encallada en un hueco de la estantería virtual de mi portátil, como si fuera el último reducto vivo y agonizante de una civilización perdida, o estuviese enterrada bajo las capas de un buen montón de sedimentos más modernos que ella.
Es como si hubiese sido una joya antigua que tuvo su momento de brillo glorioso en otra época.
Ahora veo como si escribir una novela hubiera sido un capricho de otro yo que ya no existe. Otro yo muy extraño.
Aún espero contestación de varios editores, y me queda pendiente una visita a Madrid y llamar a las puertas de un nuevo listado de editoriales que tengo. Varias tienen muy buena pinta. Pero siempre me pasa lo mismo, en el instante de golpear con mis nudillos a las puertas... encojo aún más los dedos y aparto el puño.
Mal hecho.
En un cajón virtual y en forma de PDF sigue mi primera novela. La veo vieja y cansada.
Pero sé que esto es sólo una etapa de horas bajas.
Pasará.
Todo pasa.